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viernes, 27 de septiembre de 2013

Días oscuros: Aborto y Misoprostol

María tenía 17 años cuando abortó.  Ahora tiene 21 y estudia una carrera universitaria. Recuerda que el mayor problema que tuvo al tomar la decisión, fue con los compañeros de liceo. “Yo no quería ocultar lo que me estaba pasando, sentí que me descriminaban, que me rechazaban, que me juzgaban y me trataban como ignorante, me decían que no tenía educación”. A partir de su experiencia, María sostiene que “las mujeres no deberían ocultar cuando deciden abortar, eso abrirá puertas a otras mujeres, no hay que guardar más silencio”.
La joven cuenta que tuvo apoyo de su madre en todo momento. Fue a pedir asesoramiento a Planificación Familiar: “Me explicaron todo lo que me iba a pasar si usaba Misoprostol, cómo tenía que usarlo, qué repercusiones iba a tener en caso de futuros embarazos. Además, recibí apoyo psicológico. No tengo quejas de cómo me trataron allí, fue excelente el asesoramiento. Pero me enfrenté a la gran barrera de cómo conseguir el Misoprostol, tuvo que ser de manera clandestina.

Como María, miles de uruguayas se enfrentan a este drama. “El pre aborto es problemático, tenés la posibilidad de información médica, pero salís de la consulta con las manos vacías. Además, hay un mercado negro de Misoprostol o hay farmacias que lo venden sin receta pero carísimo. Entonces, las mujers ya no mueren, pero el acceso al medicamento es difícil y vergonzoso. En esos casos, una semana es mucho tiempo”, explica Luisa, una mujer que acompaña a otras cuando deciden abortar. Para Luisa, si bien hay espacios que habilitan la informacion y el cómo conseguir las pastillas, hay muchas mujeres que no tienen acceso a ellas.
Cuando a Fernanda el test de embarazo le dio positivo, fue a pedir ayuda a Planificación Familiar. Tenía 30 años y se sentía muy angustiada porque con una criatura de pocos meses, no se veía con fuerzas para hacerse cargo de otra. Cuenta que llegó al Pereira Rossell y no supo qué decir: “Me miraron con cara rara y me dijeron que me podían dar hora recién para dos semanas después. Me volví a casa y para que me atendieran antes, usé un contacto que tenía”. Llamó y le dijeron que fuera al otro día. Le hicieron una ecografía y descubrieron que era un embarazo anembrionario (es decir, un huevo vacío). En ese instante, para Fernanda se abrieron las puertas de la legalidad. “El ginecólogo me hizo un pase para internación en mi sociedad y me dio el Misoprostol. Fernanda estaba aliviada  y la trataron bien. “Fue extraño, porque pasé de ser culpable a ser una paciente con todos los derechos”.

Andrea, en cambio, no corrió la misma suerte. Aunque era cuidadosa con usar siempre algún método anticonceptivo, se rompió el preservativo mientras tenía relaciones sexuales. Tomó la pastilla del día después, y sin embargo quedó embarazada. Tenía 37 años. Decidió no continuar con el embarazo. “Uno de los problemas es que una no sabe qué le puede decir al médico. Yo tenía cierta confianza con mi ginecólogo, así que después de haberme hecho el test, le dije que quería abortar”. Su médico le dio información, pero nada más. Andrea quería resolver la situación lo más rápido posible, así que empezó a buscar el Misoprostol. Lo consiguió a través de una amiga que lo había comprado una vez sin receta en una farmacia. Se lo puso y esperó. “Al rato comencé a tener contracciones, tiritaba, no recuerdo si tenía fiebre o no, pero fue terrible el no saber si lo que me estaba pasando era normal y tampoco tenía a quién recurrir. No tuve contención, me sentí muy sola y fue muy doloroso física y emocionalmente”.
Andrea tuvo que ir a la urgencia porque abortó el embrión, pero no lo expulsó por completo. “Al llegar a Emergencias tampoco uno sabe con quién está hablando y tenés que mentir, así que dije: ‘estoy embarazada y tuve pérdidas’. El médico que me atendió me preguntó: ‘¿Usaste algo, te pusiste algo?, porque tengo que saber’. A lo mejor era porque tenía que saberlo para proceder, pero su tono fue grosero y en ese momento, parecía una pregunta culpabilizadora.”
Frente a esta realidad, que es la que padecen muchas mujeres, Luisa explica que los médicos, en la atención en la Urgencia, “actúan como en cualquier otro caso, pero frente al aborto la mujer está insegura. Las mujeres consultan lo menos posible porque no saben cómo las van a tratar, y muchas de ellas no se hacen el post aborto.”
Para Luisa, ese es otro de los graves problemas. “La mujer siente que hizo algo criminal. Por eso, los que argumentan que con el Misoprostol ahora el aborto es seguro, mienten. Continúa siendo inseguro y lo seguirá siendo. Hay casos que se complican, y en urgencia no quieren decir lo que usaron, por lo que no se les da la atención correcta”.
Casi todos son obstáculos que la mujer debe resolver, por lo general, en solitario. Transitando el mundo del secretismo y la duda.Falta todavía mucho camino por recorrer en este tema tan duro y difícil.

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