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martes, 30 de diciembre de 2014

¿Sabes qué es el síndrome de Wendy?

La necesidad de satisfacer a los demás y complacer a nuestros seres queridos es una de las tareas en las que inciden muchas terapias psicológicas. ¿Por qué? Porque esta necesidad está relacionada de forma muy directa con nuestras emociones y nuestra Inteligencia Emocional va a tener mucho que ver en la forma que elijamos para cubrirla.

Así, aunque aún no tiene el amparo neuropsicológico que tienen otros síndromes, el “Síndrome de Wendy” tiene mucho que ver con una mala gestión de la necesidad descrita anteriormente. Este consiste en que la persona tiene la necesidad de complacer a los demás, buscando la aceptación y el no sentirse rechazada por el temor a que nadie le quiera.

Su inseguridad permanente les hace ser excesivamente serviles con los demás. Un conjunto de comportamientos y sentimientos que se asocian también con el famoso “síndrome de Peter Pan”, que el psicólogo Dan Kiley registró en 1983 aplicado a los individuos que no quieren crecer.

Es muy común que un Peter Pan requiera o tenga una Wendy que realice lo que éste no desea resolver por falta de responsabilidad e inmadurez, y así trata de evitar. Los comportamientos no solo están presentes entre la pareja, también se da entre un padre e hijo, entre hermanos y en las relaciones de amistad.

Los comportamientos más característicos que nos permiten reconocer a una persona con el síndrome de Wendy son:

La persona se siente esencial.
Conciben el amor como sacrificado y sufrido.
Son muy emocionales y sumisos.
Evita cualquier cosa o circunstancia que pueda molestar a las personas de su alrededor.
Si no sabe o puede realizar una acción, pide disculpas aunque no sea su responsabilidad llevarla a cabo.
Protege excesivamente a las personas de su alrededor: sus vidas son recortes de las vidas de otros.
Siente necesidad de cuidar al prójimo.
Todas estas características pueden ser fácilmente reconocibles, permitiéndonos diagnosticar a una persona con este síndrome sintiéndose “quemada” y “agobiada”. También es bueno aclarar que todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos llevado a cabo alguno de estos comportamientos. La diferencia consiste en que la persona aquejada del síndrome está motivada verdaderamente por el miedo a ser abandonada.

El origen no depende de un solo factor. Puede derivarse de: la educación recibida, las experiencias de vida, características personales y circunstancias presentes en las que se encuentra la persona. Se comienza a manifestar a finales de la adolescencia.

Su solución, muy recomendable que se lleve a cabo con un especialista y varias sesiones de psicoterapia, se puede resumir en “saber decir no” y los 2 puntos siguientes:

Que sean conscientes de su situación, ya que lo ven como algo normal dentro de sus vidas. Un “modus operandi” de su personalidad.
Emplear herramientas de Inteligencia Emocional para que aprendan a entender y gestionar las propias emociones que les han llevado a actuar y sentir de esta forma.
Ser conscientes de este tipo de situaciones en nuestras vidas, atrevernos a descubrirlas y ponernos “de acuerdo” con ellas para su superación de forma sana, nos permite una vida saludable, constituyendo un continuo progreso personal/emocional.

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